31 agosto 2009

Participación de mujeres y hombres en la Guerra Civil española




(Viñeta de la historieta Días de Rejones, con guión de Felipe Hernández Cava y dibujo de Laura, en el libro Nuestra Guerra Civil, Editorial Ariadna, 2006, p 7.)

Desde el feminismo social se comprende que la experiencia (sexuada) no se puede entender fuera de su contexto histórico, lo cual incluye acontecimientos específicos de la historia social y política nacional. Sin embargo, cuando nos valemos de la literatura histórica oficial encontramos muy pocas referencias a la vida de las mujeres, y entonces nos preguntamos ¿ellas no han realizado tantas acciones dignas de ser registradas en los manuales de “conocimiento histórico” como los hombres? También nos preguntamos ¿qué roles o funciones sociales ha juzgado la historiografía oficial dignos de ser contados, memorizados y valorados? Podemos pensar que si ellas no aparecen en los libros de igual forma que los hombres se debe a que no han desempeñado cargos de la misma “relevancia” o “responsabilidad”. En ese caso, cabe preguntarse ¿en qué condiciones vivían las mujeres que les impedían convertirse en personas de impacto social? Por otro lado, cabe cuestionarse la relevancia de las diferentes tareas desde una perspectiva social: ¿por qué ha de ser considerada más “importante” la tarea de un alto político que la de una madre que cuida de sus hijos y se responsabiliza del cuidado del hogar? Y qué ocurre con las mujeres de talento artístico a lo largo de la historia ¿eran menos capaces o se despreció su talento por el hecho de ser mujeres?


La historiografía feminista se ha ocupado de señalar que la historiografía oficial no ha tenido en cuenta a las mujeres en la redacción de su disciplina presuntamente objetiva, lo cual denota valores que desvelan su menosprecio hacia las contribuciones de las mujeres en las civilizaciones de todas las épocas. Así, en las últimas décadas, muchas historiadoras feministas se han ocupado de aportar, además de testimonios de mujeres, una lectura de los mismos que nos revele otras dimensiones de la experiencia histórica, individual y colectiva, relacionadas con la esfera de la subjetividad, la identidad histórica de género y la autopercepción. Esta falta de referentes femeninos se acentúa si hablamos de la guerra civil española. Como señala Mary Nash, la guerra ha sido motivo de preocupación y posicionamiento colectivo e individual para las mujeres de todas las épocas históricas, y a pesar de que sus voces de protesta y o beligerancia fueron reconocidas en los ámbitos y las decisiones políticas, la historia no ha prestado atención a los diversos roles asumidos por las mujeres en momentos de conflicto armado (1). Igualmente, Inmaculada Blasco y Regine Illion, reconocen que las funciones que han desempeñado las mujeres durante la guerra no han sido valoradas en su justa medida, debido a la propia definición existente sobre la guerra, y a cómo se ha reconstruido la experiencia bélica, otorgando importancia a lo sucedido en el frente, al enfrentamiento armado, o a las relaciones establecidas en el nivel de la alta política. Sin embargo, la guerra civil fue un fenómeno que afectó a toda la población civil, hecho ampliamente reconocido pero del cual no siempre se extraen las conclusiones historiográficas pertinentes. En cuanto a la experiencia de las mujeres, la guerra desencadenó su implicación en nuevas tareas, produjo rupturas en su actividad cotidiana y en los papeles que estaban acostumbradas a desempeñar, y una gran movilidad geográfica que sus ritmos de vida desconocían hasta entonces; sin embargo, la implicación femenina se desarrolló acorde al a división de trabajo según los sexos, muy condicionada por la percepción –y autopercepción- de género existente, que a su vez fue empleada en ocasiones como estrategia de actuación política (2).


(Viñeta de la historieta Días de Rejones, con guión de Felipe Hernández Cava y dibujo de Laura, en el libro Nuestra Guerra Civil, Editorial Ariadna, 2006, p 8.)

En la primera viñeta que presento, vemos a una mujer formando parte de un grupo de resistencia armado, y en la segunda, un grupo de mujeres espera en una cola de racionamiento. Las historietas, al ser contadas desde lo próximo a la experiencia personal y querer dar cuenta de las emociones que envuelven cada situación histórica desde una perspectiva social, se pueden acercar más al planteamiento de la historiografía feminista, en tanto que valoran las experiencias personales como relatos condicionados por un marco histórico y político. Así, Felipe Hernández Cava presta especial atención a diferentes mujeres para hablarnos del dibujante José Robledano Torres. Me parece importante señalar la forma en que rodea al artista de mujeres importantes que dibujan el contexto histórico del tiempo al que quiere acercarnos. Sin embargo, la imagen es poco. Necesitamos tirar de la literatura histórica para entender y situar estas viñetas, representaciones de la participación de las mujeres en la guerra civil.

Ya sabemos que durante la guerra civil las mujeres tomaron parte activa de los acontecimientos sociales, colaborando en distintas actividades (enfermeras, costureras, cocineras), incluso en los frentes. Pilar Domínguez Prats nos hace saber que la guerra incrementó el trabajo doméstico y extradoméstico, introduciendo importantes modificaciones en la vida cotidiana de las mujeres. Los racionamientos y las situaciones económicas precarias por la ausencia del cabeza de familia, hicieron que muchas mujeres accedieran a trabajos y espacios de dominio masculino, dada la cantidad de hombres que marchaban al frente: “hombres al frente, mujeres a la retaguardia” (3). El frente dejó de ser cosa exclusivamente masculina, si bien, la violencia ha sido atributo de la identidad masculina. Según José Luis Ledesma, dentro del complejo universo de la violencia política desencadenada durante la guerra civil, pocas conclusiones pueden resultar tan indiscutibles como la que apunta al carácter básicamente masculino de la represión física vivida a ambos lados de las líneas del frente. “De hecho, la negación de la violencia física por parte de las mujeres es característica del proceso de construcción de identidad de género, y por tanto ese monopolio masculino, así como el supuesto y secular binomio mujer pacífica/hombre violento, serían la mejor muestra, la más palpable consecuencia de ese reparto de funciones y espacios, y con él la dominación social y política del hombre (4).”

Teniendo en cuenta que muchas mujeres lucharon al lado de los hombres, como Aurora Arnaiz, miembro del ejecutivo de las Juventudes Socialistas Unificadas, que organizó una ofensiva contra el ejército del general Mola, ese binomio del que habla Ledesma se rompe, aunque es cierto que la mayoría de las mujeres trabajaron principalmente en las industrias clave para el desarrollo bélico: la confección de prendas para el frente y las fábricas de armamento. Estas tareas se llevaban a cabo en los talleres credos por las organizaciones de Mujeres Antifascistas y Mujeres Libres, principalmente. Sin valorar a las mujeres que se alistaron en las milicias por encima de las que se mantuvieron en actividades tradicionalmente asociadas a su sexo, cabe destacar otro tipo de trabajo voluntario de gran carácter humanitario que realizaron las mujeres: el cuidado de los niños en las guarderías –donde permanecían los niños mientras sus madres trabajaban-, los comedores colectivos, los hogares para refugiados, etc. Además de estas tareas de cuidado y preservación de la vida, muchas militantes de los partidos de izquierda se convirtieron en activas propagandistas de la causa republicana saliendo a la esfera pública: daban mítines, escribían en prensa, participaban en Milicias de la Cultura, realizaban trabajos administrativos en los ministerios, en el ejército, en los partidos y en los sindicatos. Las Mujeres Antifascistas formaron parte de la Comisión de Auxilio Femenino, presidido por Pasionaria, que repartió los envíos extranjeros de ropa, material sanitario y alimentos entre la población necesitada, hasta enero de 1939.


REFERENCIAS:

(1) Nash, Mary; Talavera, Susana (eds.).(2003), Las Mujeres y las guerras: el papel de las mujeres en las guerras de la Edad Antigua a la contemporánea, Icaria Editorial. (p 9)
(2) Blasco, Inmaculada; Regine, Illion (2003): "Republicanas aragonesas en la lucha antifascista", en Nash, Mary; Talavera, Susana (eds.), Las Mujeres y las guerras: el papel de las mujeres en las guerras de la Edad Antigua a la contemporánea, Icaria Editorial, p 373.
(3) Domínguez Prats, Pilar (1988): "La Segunda República", en: Anderson, Bonnie S.; Zinnser, Judith P., Historia de las Mujeres. Una historia propia, Crítica, Barcelona, pg 1184
(4) Ledesma, Jose Luis (2000): 'Las mujeres en la represión republicana: apuntes sobre un “ángulo muerto” de la guerra civil española', en Nash, Mary; Talavera, Susana (eds.), Las Mujeres y las guerras: el papel de las mujeres en las guerras de la Edad Antigua a la contemporánea, Icaria Editorial, p 444.


Sobre la perspectiva de género


Haciendo referencia al libro “Antropología del género”, de la doctora, profesora e investigadora de la Universidad de Granada, Aurelia Martín Casares, nos iniciamos en las implicaciones conceptuales de la perspectiva de género:

Buena parte de los intelectuales contemporáneos son conscientes del carácter innovador y cardinal del enfoque de género en el ámbito de las Ciencias Sociales. Pero el reconocimiento, implícito o explícito, de la trascendencia del género no ha estado reñido con el desconocimiento generalizado de su significado y alcance, ni con la persistencia de resistencias, más o menos severas, a su incorporación al marco científico medular de las diversas disciplinas.

El enfoque feminista ha afectado profundamente a la las disciplinas en sus principios básicos, teoría y método, aunque las aportaciones desde la perspectiva de género rara vez se analizan en las historias del desarrollo del pensamiento y del conocimiento. Sin embargo, el enfoque de género ha conducido a cuestionar la propia división de la Historia en las etapas cronológicas tradicionalmente aceptadas (Edad Antigua, Medievo, Renacimiento, etc.) para analizar cómo afecta esta periodicidad a las mujeres. En este sentido, Joan Nelly (1990: 94) se pregunta si las mujeres tuvieron realmente Renacimiento, ya que a pesar de la temprana consolidación de los Estados europeos y de las nuevas posibilidades de expresión social y cultural que caracterizan la época renacentista, estos desarrollos afectaron adversamente a las mujeres hasta el punto de que “no hubo Renacimiento para ellas”. En consecuencia, la incorporación del enfoque de género tanto en Antropología como en Historia o en otras Ciencias Sociales, tiene un objetivo añadido: influir en el marco teórico metodológico del corpus disciplinar.

En definitiva, considero que la incorporación de la perspectiva de género en la investigación sociocultural, y en otras cuestiones de la vida civil, constituye una herramienta esencial para comprender aspectos fundamentales relativos a la construcción cultural de la identidad personal, así como para entender cómo se generan y reproducen determinadas jerarquías, relaciones de dominación y desigualdades sociales.

- Martín Casares, Aurelia (2006): Antropología del género. Culturas, mitos y estereotipos sexuales, Ediciones Cátedra, pp. 9-10

28 agosto 2009

Rosario, la dinamitera


(Imagen de la historieta Días de Rejones, escrita por Felipe Hernández Cava y dibujada por Laura, en el libro Nuestra guerra civil, Ariadna Editorial, 2006)


Para las generaciones nacidas en democracia es difícil entender que la lucha política por una sociedad más justa sea necesariamente violenta, y que esta lucha, a muerte, sea glorificada y engrandecida. Ya sea por falta de "verdaderos" valores políticos o por desapasionamiento, creo que los jóvenes de hoy no estaríamos dispuestos a dar la vida casi por ninguna causa social –quizás por amor a algunos seres queridos, si ésta puede considerarse una causa social-.

Esta reflexión viene después de acercarme a la figura de “Rosario, la dinamitera”, retratada por Laura en la viñeta que presento de la historieta que vengo comentando: Días de Rejones. Rosario Sánchez Mora era amiga de María Aranguren, esposa del hijo del dibujante José Robledano Torres, José Robledano Piqueras. A pesar de lo confusas que pueden resultar las referencias a las relaciones amistosas y familiares en el guión de esta historieta, el trabajo de Felipe Hernández Cava es magnífico en la riqueza de referentes históricos que nos presenta con gran humanidad y cercanía: “Rosario, que perdió una mano lanzando cartuchos, y que iba al círculo de Bellas Artes a dibujar del natural”. Después de conocer a la dinamitera, a una le fascina el arrojo de la joven Rosario Sánchez Mora, que con sólo 17 años se lanzó a alistarse en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), para ir de miliciana, rifle al hombro, dispuesta a dejarse la vida en la lucha contra el fascismo como todo combatiente. En su labor como dinamitera a Rosario le estalló una bomba de mano, salvó la vida pero perdió el brazo derecho. Su mutilación le valió el reconocimiento y la amistad del poeta Miguel Hernández, que le dedicó este poema:


Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón
una desesperación,
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.

Era tu mano derecha,

capaz de fundir leones,
la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.
Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario
sembrabas al adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa
enfurecida, Rosario.

Buitrago ha sido testigo

de la condición de rayo
de las hazañas que callo
y de la mano que digo.
¡Bien conoció el enemigo
la mano de esta doncella,
que hoy no es mano porque de ella,
que ni un solo dedo agita,
se prendó la dinamita
y la convirtió en estrella!

Rosario, dinamitera,

puedes ser varón y eres
la nata de las mujeres,
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandores,
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores.


Miguel Hernández. Poemario Vientos del pueblo (1936-1937).



En 1937 Rosario conoció al que sería su marido, el mismo año, volvió al frente como cartera y más tarde, se casó con él. Al año siguiente, trabajó para otra de las mujeres legendarias de nuestra historia, Dolores Ibárruri, La Pasionaria. Ese mismo año tuvo a su hija Elena. En 1939, cuando la guerra se daba por perdida para los republicanos, Rosario intentó escapar con otros 15.000 republicanos que no pudieron exiliarse. Su padre fue fusilado, su marido estaba en paradero desconocido y ella fue encarcelada hasta 1942; Rosario pudo ser liberada, pero otros amigos suyos no tuvieron la misma suerte; ella salió de la cárcel el día que Miguel Hernández murió en prisión. Después de ser liberada, decidió volver a Madrid para encontrarse con su hija Elena que ya tenía cuatro años. Rehizo su vida montando un negocio de venta de tabaco en Madrid y se casó de nuevo, ya que le fue muy difícil volver a encontrar al que fue pero dejó de ser su marido tras la anulación de los matrimonios civiles en la dictadura franquista. Rosario murió el 18 de Abril del 2008, pero gracias a algunos documentos videográficos como este, podemos volver a sentirla como si hablase hoy con nosotros:





NOTAS:
Si quieres saber más sobre la biografía de Rosario, recomiendo:
- Artículo “Rosario Sánchez Mora, la mujer dinamitera”, escrito por el Historiador Carlos Fonseca.
- Artículo en el periódico público el día de su muerte : “La tricolor despide a un mito de la lucha miliciana”, Juanma Romero, 18 Abril 2008.
- Anuncio de su muerte y breve valoración de su vida en Necropoli.com
- El libro: Carabias Álvaro, Mónica (2001): Rosario Sanchez Mora, la dinamitera (1919): historia de una mujer soldado en la Guerra Civil Española, Ediciones del Orto.

Las mujeres en la república


“La Constitución de 1931 fue la primera que consagró el principio de igualdad del hombre y la mujer ante la ley. El artículo 25 de la Constitución de 1931 declaraba que el sexo no podía ser fundamento de privilegio jurídico; más adelante, el artículo 40 trataba de la admisión de todos los ciudadanos, sin distinción de sexo, en los empleos y cargos públicos u el artículo 46 señalaba la obligación del Estado de regular el trabajo de las mujeres y proteger la maternidad. También se elaboró una ley de divorcio que fue aprobada en 1932. El derecho al voto para las mujeres fue uno de los más debatidos por el Parlamento republicano, tan defendido por Clara Campoamor.

En realidad, el marco legar republicano cambió poco la vida de las mujeres: el derecho al trabajo remunerado se encontraba limitado por las obligaciones familiares y domésticas, establecidas en la división genérica del trabajo. El matrimonio seguía siendo una barrera para el trabajo remunerado, y la remuneración de las trabajadoras era claramente inferior a la de los hombres. Un sector muy feminizado era el de magisterio, muchas de las maestras colaboraron en los proyectos educativos de la república al sustituir al profesorado religioso que fue apartado de la educación tras la controvertida ley de Congregaciones Religiosas de 1933.

Muchas mujeres se incorporaron a la lucha política. Surgieron asociaciones femeninas de derechas que trataron de usar a las mujeres en defensa de la familia, la propiedad y la iglesia. Surgieron la Asociación Femenina de Acción Popular y la Sección Femenina de la Falange, dedicada a servir a la organización de la CEDA (los hombres de Acción Popular) bajo los valores de “sumisión y abnegación”. En cuanto a las asociaciones de mujeres de izquierdas, nació “Mujeres Antifascistas”, promovida por el Partido Comunista para luchar por la democracia frente al fascismo, además de por la defensa de los derechos de las mujeres, que en 1936 llegó a tener hasta 50.000 militantes por toda España. Dirigido por Dolores Ibárruri, La Pasionaria, reivindicaba el derecho al trabajo, la protección de la madre, el derecho al aborto y el derecho a ocupar cargos públicos y políticos en competencia con los hombres. Algunas mujeres activistas fueron Matilde Cantos, Victoria Kent, Margarita Nelken, Emilia Elías y Encarnación Fuyola. En torno a la publicación “Mujeres Libres”, surgida en 1936, se unieron Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada y Amparo Poch para mejorar la educación y la cultura de las mujeres, con ideas anarquistas.

En resumen, la incorporación de las mujeres a la vida pública durante el período republicano posibilitó un cambio de relaciones de género en el ámbito familiar, pues dio a las mujeres posibilidades de independencia económica y personal al alejarlas, parcialmente, del dominio patriarcal familiar. Sin embargo, no se cuestiona todavía la división del trabajo según el género en el ámbito familiar; según esta división, el papel fundamental de la mujer seguía estando en el hogar, como madre, esposa o hija. El resultado adverso de la guerra para los republicanos cortó radicalmente estas incipientes transformaciones en la situación de las mujeres españolas. Las mujeres más destacadas por su actividad política sufrieron la represión, la cárcel o el exilio”

Domínguez Prats, Pilar (1988): La Segunda República, en: Anderson, Bonnie S.; Zinnser, Judith P., Historia de las Mujeres. Una historia propia, Crítica, Barcelona, pg 1184.

26 agosto 2009

José Robledano Torres, dibujante.


(Chistes de Robledano recogidos en el cómic Nuestra Guerra Civil, Ariadna Editorial)


Estas viñetas también pertenecen a la historieta que comentaba en la entrada anterior, Dias de Rejones, con guión de Felipe Hernández Cava y dibujo de Laura, en el libro Nuestra Guerra Civil (2006, Ariadna Editorial), pero estas imágenes no son dibujos de Laura, sino de José Robledano Torres. A través de la mistad del guionista con el hijo de José Robledano Torres, José Robledano Piqueras, se nos narran historias de vidas entrecruzadas e interrelacionadas. Este texto se centrará en la voluntad del hijo de Robledano, que motiva esta historia: “que José Robledano Torres no caiga en el olvido”.



(Dibujos de la cárcel, José Robledano Torres)

José Robledano Torres (Madrid, 1884- 1974) es uno de los pioneros de la historieta española. Trabajó en diferentes publicaciones como Infancia, donde publicó “El suero Maravilloso” (1910), considerado precursor del cómic moderno español dada la continuidad de su guión narrativo. Según el historiador Antonio Martín, es el primero en utilizar bocadillos para los diálogos. A principios de los años treinta trabajó para Chiquilín y después de la guerra civil trabajó para las revistas Alegría, Nuevo Mundo, Mundo Gráfico, Blanco y Negro, Buen Humor, El Imparcial, El Liberal, La Lidia y Claridad, y fueron los dibujos de éste último diario o plataforma de pensamiento socialista, -algunos de los que muestran estas viñetas-, los que le costaron la cárcel. Según el guión de Felipe Hernández Cava, José Robledano Torres colaboraba en el periódico y daba clases en el instituto obrero, compartiendo amistad con el periodista Javier Bueno. Los dibujos de claridad fueron los que le valieron la condena a muerte después de la guerra. El fiscal aludió a su militancia socialista, a su papel en la asociación profesional de periodistas, señalando sus trabajos en “periódicos disolventes” en los que atacaba a todas las instituciones fundamentales de la “Auténtica España”. Fue acusado de “adepto a la rebelión”. Le arrestaron y le encerraron en la cárcel de Porlier. Después, un tribunal militar le condenó a muerte.

(Viñeta dibujada por Laura en Nuestra Guerra Civil, Ariadna Editorial, pg 15)

Entonces, Magdalena Piqueras, su compañera, emprendió una lucha heroica para salvarle la vida mediante la reunión de firmas. Ella era quien recogía en Porlier los dibujos enrollados en la ropa sucia, donde Robledano dibujaba a escondidas su testimonio del hacinamiento en las cárceles, y una amiga de la pareja iba enterrando los dibujos en el jardín de su casa, esperando tiempos mejores. Cabe agradecerle a Felipe Hernández Cava que nos presente a José Robledano Torres en sus relaciones afectuosas y familiares. Se comprende mucho mejor la realidad social, política y afectiva de un artista cuando se narra su vida, y el papel que tuvieron sus seres queridos en ella. Es reconfortante leer sobre Magdalena y su fuerza de cooperación con otras mujeres cuyos maridos también estaban presos, para montar un negocio (una freiduría) con el que financiaba el alquiler de todo el material necesario para ofrecer asistencia quirúrgica a Robledano, gravemente enfermo. Los esfuerzos de Magdalena hicieron que se revisara la condena y se modificase por la de 30 años. Magdalena se convirtió en la heroína que le salvó la vida. Entonces, trasladaron a Robledano al penal burgalés de Valdeno Ceda, y en 1943 a la prisión de Alcalá de Henares. Un año más tarde le pusieron “en libertad”, si es que esta expresión es adecuada al hablar de la dictadura que le tocó padecer.



Referencias de interés:
- Álvarez Fernández, José Ignacio (2007): Memoria y trauma en los testimonios de la represión franquista, Anthropos Editorial.
- Martín, Antonio (1978): Historia del Cómic español 1875-1939, Editorial Gustavo Gili. Barcelona.
- Martín, Antonio (2000): Los inventores del cómic español. 1873-1900, Planeta DeAgostini.

25 agosto 2009

La República en llamas




He elegido la última viñeta de la historieta Días de Rejones, escrita por Felipe Hernández Cava y dibujada por Laura, del libro Nuestra Guerra Civil (2006, Ariadna Editorial) para comentar el simbolismo de la imagen que nos sitúa ante el final de la II República española y el comienzo de la guerra civil. En la imagen vemos una figura femenina caída y rota en fragmentos, sosteniendo unos pliegos con la palabra "POLÍTICA", dibujada con un trazo seco, expresivo y sencillo que describe una figura sin color. Reconocemos la figura alegórica de la República, la Marianne, la madre de los precursores de la Revolución Francesa (1789) tocada con un gorro frigio; la misma que guiaba al pueblo en el cuadro de Delacroix. Sin embargo, en lugar de mostrarse corriendo hacia delante abriéndose paso entre las multitudes como en la pintura francesa, en la viñeta que nos ocupa, aparece a modo de estatua pétrea que acaba de ser derrumbada, sin color, sin vida. Al fondo de la figura rota en pedazos, vemos los tres colores representativos de la bandera republicana, cuya simbología remite a algunos hitos clave en la historia de nuestra democracia.

Los colores de la bandera española han variado a lo largo de nuestra historia. Tras la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), las elecciones convocadas resultan favorables para los republicanos y comienza la II República (1931-1939) que termina con la Guerra Civil (1936-1939). En la constitución de 1931 se hizo oficial una bandera tricolor: rojo, gualda y morado. El color rojo y gualda han sido colores tradicionalmente asociados con el régimen monárquico, antiguos colores de la bandera del reino de Aragón (que comprendía los territorios de las actuales Cataluña, Valencia, Mallorca y Aragón). Algunos autores dicen que la franja morada procede del color del pendón (bandera o estandarte) representativo del reino de Castilla que fue ondeado en la Revolución de las Comunidades de Castilla, en el siglo XVI. En la revuelta de los comuneros se agruparon un conjunto de ciudadanos que se oponían al régimen absolutista de Carlos I cuando éste puso su reino a merced de consejeros flamencos que presionaban a los castellanos una política fiscal abusiva de altos impuestos. Tras las protestas de los comuneros y su proyecto revolucionario, el color de su bandera quedó como símbolo de lucha del pueblo contra el imperialismo monárquico.

Otros autores nos hacen pensar sobre lo contingente de algunos símbolos y cómo el uso de un mismo color puede variar su significado en función de lo que representa, al hacerse emblema de ideologías muy distintas.
Jose Manuel Erbez nos habla del uso del morado en las banderas del Regimiento de Infantería de Castilla del siglo XVII (origen del actual Ejército español), en honor a su origen vinculado a un obispo castellano que la creó en tiempos de Fernando III. Teniendo en cuenta que en España la Iglesia y el Ejército han sido instituciones hermanas de gran poder económico y político, frente a las cuales se levantaron las protestas de clases populares e intelectuales que defendían una sociedad más justa (lo que desembocaría en la guerra civil), nos extraña que el carácter soberanista de la Iglesia-Ejército, con su ideología conservadora nacional-católica haya sido representado por el mismo color emblemático de los ideales progresistas y democráticos de los republicanos. Vemos que las luchas de poder quedan reflejadas en las diferentes significaciones y usos de los símbolos políticos; los símbolos mismos, su legitimidad y significado, se convierten en terreno a conquistar por el poder dominante.

Volviendo al color morado que aludía a las primeras comunidades que se organizaron de forma autónoma y democrática a partir del siglo XVI, cabe recordar que los valores que representaba la bandera republicana del siglo XX eran hermanos de los que sostenían aquellas comunidades. En teoría, la segunda república promulgaba grandes avances a la sociedad española: el laicismo, la lucha contra la injusticia social, la separación Iglesia Estado, el impulso de la educación, el sufragio universal sin distinción de sexo (promulgado por Clara Campoamor y Victoria Kent), y la promulgación de un “Estado Integral republicano” que reconocía la posibilidad de acceso a la autonomía para las regiones que lo desearan graduando las competencias que se les transfirieren. Sin embargo, los enfrentamientos violentos no cesaron, como la quema de iglesias y agresiones al periódico monárquico ABC, resultando decepcionante, agrio y contradictorio el gran proyecto prometedor.

Haciendo una rápida referencia al contexto político español de los años treinta, me parece ingenuo y simplificador dividir las ideologías políticas en dos colores representativos “puros” (azul y rojo), tan opuestos como el blanco y el negro. A pesar de que se formasen dos bloques principales de alianzas políticas claramente enfrentados, la derecha conservadora del Frente Nacional formada por los precursores del nacionalcatolicismo promulgado por la Iglesia y Ejército (simbolizado por el color azul), y la izquierda del Frente Popular simpatizantes de la República, formada por anarquistas, socialistas y comunistas (agrupados bajo el color rojo), entre el rojo y el azul encontramos diferentes gamas de ideologías lilas y púrpuras. Cabe mencionar la experiencia del que fuera elegido como presidente de la II República, Niceto Alcalá Zamora, como ministro del rey Alfonso XIII (recordemos que la ideología republicana se caracteriza por su rechazo a la monarquía), y el cargo del segundo presidente elegido en las elecciones de 1933, José María Gil Robles, como presidente de la Confederación de Derechas Autónomas (CEDA). España estaba dividida en cuanto al número de españoles que apoyaba a una y otra forma de pensamiento que promulgaban dos ideas muy diferentes de organización social y política; y en este complejo mapa de gradaciones y tonalidades ideológicas, estalló un conflicto que quemaría la ilusión del proyecto de la república por un largo tiempo de opresión.


NOTAS Y REFERENCIAS:
- Viñeta de la historieta "Días de Rejones", con guión de Felipe Hernández Cava, dibujado por Laura, el en libro de AA.VV, (2006): Nuestra Guerra Civil, Ariadna Editorial.
-"Algunas consideraciones en torno al adjetivo comunero", artículo escrito por el ensayista Anselmo Carretero.
-“La tricolor. Breve historia de la bandera republicana”, artículo escrito por José Manuel Erbez.
-"A los 75 años de la República española", artículo escrito por el catedrático de Historia Contemporánea Antonio Barragán Moriana.
- Marianne y la divisa de la República, desde la página del gobierno francés.

07 agosto 2009

¿ES MEJOR NO HABLAR?


(Viñeta de la historieta Historias rotas, escrita por Pepe Gálvez y dibujada por José María Beroy, en el libro Nuestra Guerra Civil, 2005, Ariadna editorial, p. 19)

Con la luz y el aroma del café de la mañana, una fotografía de aquel tiempo es la ventana que abre el recuerdo del pasado de una anciana que parece conversar con sus hijos sobre sus memorias. Su rostro refleja dolor, tristeza, pesadumbre…

El comienzo de la historieta de Pepe Gálvez dibujada por José María Beroy en el libro Nuestra Guerra Civil me recuerda a las conversaciones con mi abuelo sobre su infancia y juventud. Él solía quedarse unos segundos callado y, mientras alzaba el brazo y se tocaba la nuca, solía decir “es mejor no hablar, fueron sólo penurias”. Sin embargo, aquello que nos impiden conocer llama con fuerza nuestra curiosidad y nos preguntamos sobre el valor de esos episodios pasados aún sabiendo que nos pueden resultar dolorosos, desagradables, vergonzosos, o difíciles de aceptar y comprender.

¿Por qué crees que puede ser importante conocer las experiencias dolorosas de nuestros antepasados ?