21 septiembre 2009

LA LOCA DE BRUNETE, UN SÍMBOLO DE CONCILIACIÓN



 (Viñeta de la historieta La loca de Brunete, con guión de Victor Mora y dibujo de Antonio Parras, en el libro Tormenta sobre España, Glénat, 2006, p. 42)

La loca de Brunete me parece uno de los personajes más entrañables de las historietas de guerra. Probablemente la cordura de esta anciana era tan excepcional en este tiempo de odio entre bandos que su amor de madre no podía ser ser comprendido más que como forma de locura. Quizás, en guerra, una no puede mantenerse cuerda y la anciana enloqueció ante la incertidumbre de no saber dónde andaban sus hijos entre tanto tiro, tanta sangre y tanto muerto. O quizás sus hijos murieron y la señora quedó atrapada en el recuerdo de los mismos y sublimó su dolor tomando el papel de madre de todos los soldados, para no echar en falta a los suyos, para seguir siendo una de las pocas cosas importantes que podía ser una mujer en aquellos tiempos: madre. Los soldados la veían cruzar cada día ambos frentes de guerra, mientras ella arriesgaba la vida para dar alimentos tanto a franquistas del Frente Popular como a soldados del bando rojo antifascista en un acto de generosidad indiscriminado propio de una loca –de amor-. La loca de Brunete se convierte en una figura simbólica: la madre de los desaparecidos y los muertos en combate, las madres que sin hijos ni maridos se niegan a perder los restos de su identidad desvanecida con la pérdida de sus seres queridos. Tomando las funciones de cuidado y alimento, la loca de Brunete se convierte en una activista conciliadora cuyo acto subversivo de amor en forma de reparto de víveres para todos. Esta figura que llega hasta nosotros casi de forma mítica, nos muestra un modo de participación de las mujeres en la guerra que no se suele valorar ni registrar frecuentemente en los libros de historia. Me parece interesante hacer referencia a un fragmento de un texto de Ana Bravo sobre el papel de las mujeres en la II Guerra Mundial, que creo podría ser extensible al papel de las mujeres en la guerra civil española:

Los instrumentos de resistencia civil no son sólo las armas, sino también instrumentos inmateriales como el coraje moral, la versatilidad, las técnicas para rehuir la violencia y la habilidad para manejar situaciones. Uno de los objetivos es el apoyo a la resistencia armada, pero también hay fines autónomos como el apoyo a las víctimas de la persecución, el mantenimiento de los niveles mínimos de calidad de vida y de cierto grado de independencia de las instituciones y los grupos sociales o la protección de las identidades locales y nacionales. (…) Millones de mujeres emplearon horas y horas en hacer colas en tiendas y puestos de mercado negro. Atravesaban las ciudades, iban y venían por el campo buscando comida y techo, y se subían a los trenes a fin de escapar de las ciudades. Después de la ocupación, estas mujeres erraron de un cuartel general fascista a otro, buscando información sobre sus maridos, hermanos e hijos y para interesarse por su libertad. Los límites entre la esfera pública y la privada (que ya eran inestables) adoptaron formas incluso más borrosas. En efecto, nunca ha sido más inadecuada que en estos tiempos la representación simbólica que identifica a la masculinidad con lo público y a la feminidad con lo privado.”


Bravo, Ana (2003) “Mujeres y segunda guerra mundial: estrategias cotidianas, resistencia civil y problemas de interpretación”, en Nash, Mary; Talavera, Susana, Asociación Española de Investigación Histórica de las Mujeres (eds.) Las Mujeres y las guerras: el papel de las mujeres en las guerras de la Edad Antigua a la contemporánea, Icaria Editorial, p 242.


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