(Viñetas del libro 36-39 Malos Tiempos, con guión y dibujo de Carlos Giménez, Glénat, 2007, p 52)
En cuanto al lenguaje del cómic, una de sus características es el uso de un gestuario explícito y estereotipado con el fin de expresar estados de ánimo, características psicológicas o intelectuales de los sujetos que puedan ser entendidos de forma universal (1). Nos llama la atención las diferencias en el “gestuario” o repertorio de gestos emocionales de Lucía y Marcelino. A lo largo de esta breve conversación, es posible identificar atributos psicológicos de cada personaje en relación a su sexo atendiendo al modo en que expresan sus sentimientos. Lucía permanece con las cejas arqueadas y las manos entrecruzadas, sus gestos corporales muestran pesadumbre, una preocupación en actitud de plegaria o rezo y a veces de sorpresa, ingenuidad. La emoción de Marcelino sufre una gradación desde la pesadumbre, firmeza, hasta el enfado, la frustración y la cólera.
En las primeras viñetas, Lucía parece no entender la diferencia entre las muertes de unos y otros y siente el dolor ante el horror de la sangre por encima de las motivaciones de los bandos. Lucía puede parecer ingenua y esta ingenuidad resulta de una rica ambigüedad que puede llevarnos a diferentes asociaciones gestuales y emocionales en relación a la ficción cultural de la feminidad (entendiendo como feminidad las características que se han atribuido y se atribuyen a las mujeres). Por un lado, puede identificarse la ingenuidad de Lucía con una subjetividad situada por afuera de “lo político”. Sin embargo, como hemos mencionado antes, la participación de las mujeres en la guerra civil fue un fenómeno generalizado que les hizo ganar protagonismo en nuevos espacios sociales de los que venían siendo relegadas (2). Aún así, Carlos Giménez nos presenta, a una mujer ingenua, cuya incapacidad para comprender los horrores de la guerra oscilan ambiguamente entre la generosa compasión ante el dolor humano y una falta de conciencia política sobre la realidad que le resta valor a la primera, y que necesita de los razonamientos masculinos para “saber y comprender”. Entonces, la figura masculina de Marcelino nos hace identificar el compromiso político como algo propio de los hombres. Él le hace saber a Lucía las causas del horror de la guerra, señalando incluso quiénes son los responsables. La emoción iracunda de Marcelino puede interpretarse como una tentativa autoritaria masculina que pretende anteponer el argumento racional ante lo irracional. Paradójicamente, la excesiva pasión con la que defiende sus argumentos desvanece tal racionalidad, lo que nos hace volver a mirar a Lucía y a sus emociones de miedo, piedad y compasión ante la guerra como reacciones lúcidas, no tan ingenuas, pero teatralizadas. En la última viñeta Lucía se tapa la boca en un gesto dramático de asombro y preocupación ante la afirmación de Marcelino sobre la responsabilidad ante las muertes de la guerra. Como vemos, el cómic de Giménez utiliza la expresividad al borde de la exageración, lo que nos sumerge en su propia ficción teatral de máscaras o mascaradas. Más allá de las posibles identificaciones de lo femenino con lo despolitizado, la compasión y la preocupación, y de lo masculino con la autoridad de la razón, entre ambos hay una tensión que me parece muy valiosa para pensar, sentir y reflexionar entre diferentes estados emocionales ante la locura de la guerra.
Como provocación y conversación didáctica sobre las motivaciones y sentimientos que hicieron combatir a muchos hombres y mujeres, me parece un diálogo claro, directo, y de gran intensidad emocional. Carlos Giménez hace recaer la responsabilidad de todos los muertos en la guerra y después de la guerra sobre los fascistas ¿Estas de acuerdo? ¿Crees que es importante señalar los responsables de la guerra o esto nos lleva a alimentar viejos rencores? Por otro lado, ¿no es el reconocimiento del rencor necesario para poder reflexionar sobre la violencia en la historia?
En las primeras viñetas, Lucía parece no entender la diferencia entre las muertes de unos y otros y siente el dolor ante el horror de la sangre por encima de las motivaciones de los bandos. Lucía puede parecer ingenua y esta ingenuidad resulta de una rica ambigüedad que puede llevarnos a diferentes asociaciones gestuales y emocionales en relación a la ficción cultural de la feminidad (entendiendo como feminidad las características que se han atribuido y se atribuyen a las mujeres). Por un lado, puede identificarse la ingenuidad de Lucía con una subjetividad situada por afuera de “lo político”. Sin embargo, como hemos mencionado antes, la participación de las mujeres en la guerra civil fue un fenómeno generalizado que les hizo ganar protagonismo en nuevos espacios sociales de los que venían siendo relegadas (2). Aún así, Carlos Giménez nos presenta, a una mujer ingenua, cuya incapacidad para comprender los horrores de la guerra oscilan ambiguamente entre la generosa compasión ante el dolor humano y una falta de conciencia política sobre la realidad que le resta valor a la primera, y que necesita de los razonamientos masculinos para “saber y comprender”. Entonces, la figura masculina de Marcelino nos hace identificar el compromiso político como algo propio de los hombres. Él le hace saber a Lucía las causas del horror de la guerra, señalando incluso quiénes son los responsables. La emoción iracunda de Marcelino puede interpretarse como una tentativa autoritaria masculina que pretende anteponer el argumento racional ante lo irracional. Paradójicamente, la excesiva pasión con la que defiende sus argumentos desvanece tal racionalidad, lo que nos hace volver a mirar a Lucía y a sus emociones de miedo, piedad y compasión ante la guerra como reacciones lúcidas, no tan ingenuas, pero teatralizadas. En la última viñeta Lucía se tapa la boca en un gesto dramático de asombro y preocupación ante la afirmación de Marcelino sobre la responsabilidad ante las muertes de la guerra. Como vemos, el cómic de Giménez utiliza la expresividad al borde de la exageración, lo que nos sumerge en su propia ficción teatral de máscaras o mascaradas. Más allá de las posibles identificaciones de lo femenino con lo despolitizado, la compasión y la preocupación, y de lo masculino con la autoridad de la razón, entre ambos hay una tensión que me parece muy valiosa para pensar, sentir y reflexionar entre diferentes estados emocionales ante la locura de la guerra.
Como provocación y conversación didáctica sobre las motivaciones y sentimientos que hicieron combatir a muchos hombres y mujeres, me parece un diálogo claro, directo, y de gran intensidad emocional. Carlos Giménez hace recaer la responsabilidad de todos los muertos en la guerra y después de la guerra sobre los fascistas ¿Estas de acuerdo? ¿Crees que es importante señalar los responsables de la guerra o esto nos lleva a alimentar viejos rencores? Por otro lado, ¿no es el reconocimiento del rencor necesario para poder reflexionar sobre la violencia en la historia?
REFERENCIAS:
(1) Gasca, Luis; Gubern, Román (1994): El lenguaje del cómic, ediciones cátedra, Madrid, p 98.
(2) Véase la entrada "Participación de mujeres y hombres en la guerra civil española".
No hay comentarios:
Publicar un comentario