23 septiembre 2009

“Los paseos”



(Viñetas del libro 36-39 Malos Tiempos, con guión y dibujo de Carlos Giménez, Glénat, 2007, p 24)

Carlos Giménez tiene una habilidad poética admirable para situarnos en un contexto, presentarnos a unos personajes con los que en seguida nos identificamos y hacernos sentir lo que les ocurre. El primer libro de la serie 36-39 Malos Tiempos tiene como tema principal el de “los paseos” que acababan en fusilamientos. Carlos Giménez recoge los asesinatos que tanto los de un bando como los del otro cometían como práctica habitual: una vez localizado el enemigo, le sacaban de casa por la fuerza, le llevaban a las afueras del pueblo o la ciudad y le asesinaban a tiro limpio, sin más. Nadie estaba libre de esta muerte repentina e indigna, ni ricos ni pobres, ni militares ni clérigos, ni rojos ni azules, todos amenazados por todos, todos con miedo. A partir de las viñetas, imaginamos las mujeres, las hijas, los hermanos y hermanas de unos y otros, también con el miedo en los huesos, a la espera de la noticia de la desgracia. Carlos Giménez consigue transmitirnos la tensión de un tiempo donde la muerte amenazaba continuamente por llamar a la puerta y hacerse presente, en cualquier madrugada. La diferencia entre ambas matanzas por ambos bandos, dice el texto de la contraportada del libro 36-39 Malos Tiempos escrito por Max Aub, es que las barbaridades cometidas por el bando rojo (socialistas, anarquistas, republicanos) fueron reprobadas por los mismos milicianos y miembros de los partidos y en algunos casos, castigadas, y sin embargo, en el otro bando, no. Conscientes de la barbarie o no, España se vio inmersa en ríos de sangre de cuyo horror, creo, sólo pueden dar cuenta algunos fragmentos de poesía:



“¿Qué angustia, noche, en torno a mis orillas?
¿Dónde fue el alba que floreció en mis manos?
¿Es tierra o fuego lo que mis plantas tocan?

Ni mi niñez ha sido de este mundo,
ni en esta juventud me reconozco.
Me pesan siglos de abrasadas sangres,
de injustas vidas, de latidos huecos;
me pesan sombras, que no pueden irse,
voces me llaman de distintos cielos.”

“Honda pupila triste
va por la noche quieta
penetrando en sigilo
las horas y los hechos.
Y el corazón –que es niño
que teme cuanto toca-
de su cristal no quiere salir en esta noche…

Un aire que no es aire
mueve dudas y almas.
Se siente esta pregunta
de labios imprecisos:
¿A dónde va la angustia
que hoy invade la Tierra?”

“Se inquieta el corazón -no tiene alas-
ni el dolor tiene espejos; solamente
un pedestal que quiere sostenerle,
con los ojos vendados como el niño
de ese volar sin rumbo.”

“Salgo a la calle y voy en ascua viva,
o voy temblando porque el mundo es triste.
Y vuelvo de la calle y entro en casa
y el mundo sigue sin remedio.
Y no es que falte un ángel en la estancia
que nos sonría, que nos hable al menos.
Y no es que falte un dios para las cosas,
ni ese deseo de pasar soñando
sin escuchar las quejas que en el aire
vagan por encontrar por fin el eco.”

Concha Méndez, Niño y sombras, 1936 (1)




REFERENCIAS:

(1) Concha Méndez (Madrid, 1898), poetisa española de la generación del 27, cuya obra aparece recogida en la Antología de poetisas del 27 de Emilio Miró, 2006, Editorial Renacimiento.

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