22 septiembre 2009

Poéticas de la diferencia sexual



Cuando me he propuesto escribir sobre el dibujo de Carlos Giménez y su libro 36-39 Malos tiempos, ante la sensibilidad del autor para tratar la guerra desde el cómic, sólo podía repetirme “es poesía”. Poesía por su habilidad para expresar el dolor humano y reflejar con su dibujo el alma de un pueblo destrozado por la guerra. Carlos Giménez es un poeta del cómic, sus viñetas me han llevado no sólo hacia los textos históricos que suelo consultar, sino a la búsqueda de poesías que registren los sentimientos en un tiempo de odio y muerte que no se puede sentir desde los textos históricos. Es fácil encontrar las referencias que aquí traeré (Miguel Hernández, Blas de Otero, Dámaso Alonso…) en los manuales, pero con pesar veo que escasean las voces de mujeres en las antologías de poesía española. Para encontrar poesía escrita por mujeres hay que irse a manuales exclusivamente dedicados a ello. Y de la misma manera que se puede sentir la España de la guerra como una España dividida en dos, se me abre en el estómago una zanja que separa los escritores de las escritoras y me parece una división ridícula que recuerda a los juegos tontos de la infancia donde se hacían equipos por sexo y se enfrentaban niños contra niñas, y me indigno, hoy, viendo que esta realidad es rabiosamente actual, y me molesta porque ya hemos andado mucho en esto de la consideración de las mujeres artistas, y aún, a estas alturas, la antología poética española del siglo XX (1) –que fue mi libro de lengua y literatura del instituo-, sólo contiene el nombre de dos autoras (Gloria Fuertes y Ana Rossetti) de los 50 autores que ocupa el libro. Leo esta frase tan larga y me doy cuenta que hoy escribo distinto, hoy no pienso tanto como siento lo que escribo, o me dejo sentir en mi escritura.

Volviendo al tema, buscando posibles razones de estas ausencias, encuentro la referencia a la Breve historia feminista de la literatura española de Iris Zavala (2) donde define habla de la Literatura como “institución social, que revela en el plano simbólico las luchas de poder por el signo” y habla del canon, que puede entenderse como unidad de medida con la que se mide la calidad del arte, ya sea buena literatura, un clásico, la mala literatura, o lo silenciado e ignorado. Iris Zavala dice que el canon “no es simplemente un juicio formal de la crítica académica (…) sino una compleja red de actividades sociales y culturales que se revelan además en las relaciones de poder existentes dentro de cada comunidad”. Y dentro de este texto, a renglón seguido se nos muestra una afirmación de lo más estimulante: “la poesía escrita por mujeres en la última década marcará definitivamente la estética de este final de siglo”. Y de nuevo, me sorprendo por mi ignorancia general de los nombres de estas mujeres, y su repentina valoración como voces que marcarán la última estética, y me mareo pasando de la sensación de tristeza por la falta de reconocimiento del trabajo de las autoras desconocidas por el público general, a la sensación de euforia de querer saber quiénes son y aprender a valorarlas, dada su gran influencia en estos últimos tiempos. Este mareo me parece que se debe a los giros respecto a la valoración de las artes realizadas por mujeres en diferentes momentos históricos. Como licenciada en Bellas Artes, he cursado asignaturas de Historia del Arte donde se nos ha transmitido una valoración jerárquica de las artes plásticas que clasifica a los artistas en categorías de primera, segunda, tercera y ninguna importancia (las/los que no aparecen), donde apenas se transmiten nombres de mujeres artistas, salvo en el estudio del arte contemporáneo y en los casos en los que la profesora simpatiza con la perspectiva feminista y aprieta el programa de la asignatura para intentar hacer justicia a hombres y mujeres. En todo caso, ese pasar del anonimato a situarse en el foco de atención refleja la evolución de las premisas con las que se valoran los trabajos artísticos, y su falaz pretensión de objetividad, que se quiere mantener desde la enseñanza de las Bellas Artes o la Historia del Arte tradicionales. Espero que se trate de un cambio de valores real y no sólo un reflejo de la incorporación de las mujeres como fuerza de consumo social que reclama saber sobre las contribuciones artísticas realizadas por su sexo, que ya, por fin, colabora, más o menos en similar medida, en los avances de la sociedad. Digo esto porque me gustaría que no se debiese sólo a una tendencia del momento el interés de editoriales y Universidades por los Estudios de las Mujeres, y que tal nombre y atención específica que se presta a lo realizado por “las mujeres” dejara de ser señalado como hecho “por mujeres”, y no fuese separado y aglutinado bajo la marca del sexo, sino que fuese incorporado al trabajo con otros autores, por analogías, y que la cuestión del sexo fuese sólo una característica más de las obras en los volúmenes antológicos de estudios dedicados a las diferentes artes.

REFERENCIAS
(1) Díez Rodríguez, Miguel; Díez Taboada, Mª Paz (1991): Antología de la poesía española del siglo XX, Ediciones Istmo, Madrid.
(2) Rosal, María (2006): Con voz propia: estudio y antología comentada de la poesía escrita por mujeres (1970-2005), Editorial Renacimiento.

No hay comentarios: